Víctor Daniel Lazarof
Director del teatro Apolo
Teatro en cuerpo y alma
Fue un hombre entregado al teatro en cuerpo y alma. Una buena persona, superactivo, nervioso, tan exigente con los demás como consigo mismo. Confirma todo ello Abel Alem, la persona que mejor conoció a Daniel, como le saludábamos todos. Juntos llegaron desde su Buenos Aires natal hace ya más de 40 años. Se instalaron en el teatro de la Zarzuela, de Madrid, donde trabajaron en la compañía del típico género musical español. Allí estuvieron un tiempo hasta que decidieron probar en otra ciudad, Barcelona, donde Alem habia recibido una tentadora oferta laboral como cantante. De este modo, empezó su colaboración con el teatro Apolo, escenario al que acudirían con asiduidad y que sería el punto final de la vida artística de Daniel.
Alem fue quien le puso en contacto con Matías Colsada, el mítico empresario del genuino escenario de la revista española, y feudo de una de las diosas de la especialidad, Tania Doris.
Colsada, más allá de contratarlo para el escenario, le ofreció un puesto de total confianza; la dirección del teatro. Allí estuvo siete años hasta que Lina Morgan se lo llevó de nuevo a Madrid, donde lo contrató para encargarse de la gestión administrativa de lo que era también el templo de la genial artista: el teatro La Latina. Allí estuvo hasta que la superestrella compró el coliseo. Entonces, Daniel y Alem vendieron el piso de Madrid y decidieron regresar a Buenos Aires.
Fue un viaje breve pues a los dos meses les reclamó Pepe Tous para que dirigiera el teatro Victòria de Barcelona, donde se había convertido en productor de espectáculos, protagonizados la mayoría por su esposa, Sara Montiel. Al cabo de pocos años, la familia Balaguer se hizo con el teatro y mantuvieron a Daniel en la gerencia.
Cuando los Balaguer vendieron el teatro Victòria, Matías Colsada volvió a ofrecerle el cargo que había abandonado para ir a Madrid. Y en esta nueva etapa del Apolo barcelonés estuvo quince años, superando el óbito del empresario por quien siempre sintió respeto y admiración.
Daniel era un hombre culto que tocaba el piano con maestría y cantaba, aunque encaminara sus pasos profesionales hacia fines administrativos. También dirigió varios de los espectáculos de Abel Alem en el London Café de la calle Nou de la Rambla. "Era un ser humano que ayudó siempre a todos, aunque luego no le pagaran con la misma moneda, pero siempre perdonó a todos".
En el sepelio, celebrado ayer en el tanatorio de Sancho de Ávila se reunieron artistas y empresarios del mundo del espectáculo. Se recitaron estrofas de Alberto Cortez y el coro del maestro Damunt interpretó dos temas, que alternaron con músicas de Albinoni y Schubert, y finalizó con
El cant dels ocells. Daniel era de familia judía, y Abel le organizó una ceremonia laica terminada con dos tangos que derrotaron a Abel Alem al recordarle su Buenos Aires natal.
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